Aguachica, otra vez bajo el miedo: siete militares muertos en atentado reavivan la zozobra en el sur del Cesar

El atentado ocurrió en el corregimiento El Juncal y fue ejecutado con drones y artefactos explosivos.
Ataque en Aguachica, Cesar, tiene a la población atemorizada. Crédito: Cortesía de los habitantes de Aguachica.

La noche en que fue atacada la base militar del Batallón Ricaurte no solo dejó siete militares muertos y cerca de 30 uniformados heridos. También devolvió a Aguachica y al sur del Cesar a un estado que sus habitantes conocen demasiado bien: el del miedo instalado, el silencio forzado y la certeza de que diciembre, una vez más, llega acompañado de violencia.

El atentado ocurrió en el corregimiento El Juncal y fue ejecutado con drones y artefactos explosivos. La detonación sacudió no solo las instalaciones militares, sino la tranquilidad precaria de una región que todavía no se repone de tragedias recientes.

Minutos después, el estruendo dio paso a las sirenas, a los sobrevuelos de helicópteros y a la sensación colectiva de que algo grave acababa de suceder.

La Gobernación del Cesar convocó de inmediato a un consejo de seguridad extraordinario que se extendió hasta la madrugada. Como primera medida, las autoridades decretaron toque de queda en Aguachica, una decisión que, aunque preventiva, reforzó la percepción de encierro y vulnerabilidad entre los habitantes.

El secretario de Gobierno departamental, Eduardo Esquivel, confirmó el balance preliminar de víctimas y calificó el ataque como el más grave ocurrido en lo corrido de 2025 en el departamento.

“Este es un atentado de enorme impacto, no solo por el número de víctimas, sino por el mensaje de terror que pretende enviar”, señaló el funcionario, al tiempo que anunció el refuerzo de la presencia militar en el sur del Cesar con tropas trasladadas desde el sur de Bolívar y Bucaramanga.

Mientras las decisiones se tomaban en los despachos oficiales, en las calles de Aguachica el ambiente se transformó. Los comercios cerraron antes de lo habitual, las conversaciones bajaron de volumen y muchas familias optaron por no salir de sus casas. El miedo, dicen, no es nuevo, pero sí cada vez más difícil de sobrellevar.

Andrés Villalba, líder comunitario del municipio, describió una mañana marcada por la consternación. “Aquí la gente despertó con el corazón en la mano. Cada diciembre pasa lo mismo. Estas fechas llegan cargadas de tragedia, de miedo y de luto”, afirmó.

Recordó que el año pasado la comunidad quedó marcada por la masacre de la familia Lora y que ahora el dolor vuelve con la muerte de jóvenes soldados.

“Hoy estamos llorando a muchachos que estaban prestando el servicio militar. Jóvenes que salieron de sus casas para cumplirle al país y terminaron pagando con su vida”, dijo Villalba, con la voz quebrada. Para él, el atentado no golpeó únicamente a la Fuerza Pública, sino a toda la población civil. “Después de esto, la gente siente miedo hasta de moverse. En la zona rural el temor es mayor, porque nadie sabe qué puede pasar”.

Aunque reconoció el aumento del pie de fuerza tras el ataque, el líder social insistió en que la respuesta no puede limitarse al componente militar. “Aquí no basta con más soldados. Necesitamos una presencia integral del Estado. La guerra sigue cobrando la vida de jóvenes que deberían estar en las aulas, no en medio del conflicto”, sostuvo.

En medio de la emergencia, los heridos de mayor gravedad fueron trasladados en helicóptero a Bucaramanga, mientras otros uniformados permanecen bajo atención médica en centros asistenciales de Aguachica. De manera paralela, se instaló un Puesto de Mando Unificado para coordinar las operaciones de seguridad y evaluar posibles riesgos adicionales.

Sobre versiones de posibles ataques en municipios cercanos, el secretario de Gobierno aclaró que en Gamarra no se registraron hechos violentos, aunque sí se adoptaron medidas preventivas ante reportes de inteligencia que advertían sobre la presunta presencia de grupos armados ilegales en la zona.

La Gobernación del Cesar informó que, por ahora, no se ha definido una recompensa por información y que cualquier decisión en ese sentido dependerá del análisis de los informes de inteligencia del Ejército y la Policía.

Con la caída de la noche, Aguachica volvió al silencio impuesto por el toque de queda. Las calles quedaron vacías y las luces se apagaron temprano. Para muchos habitantes, la escena resulta dolorosamente familiar.

“Aquí uno se acuesta sin saber qué va a pasar al otro día”, dijo un residente del sur del municipio. La incertidumbre, como cada diciembre, volvió a quedarse.