El 11 de noviembre de 1811, Cartagena dio el paso crucial que la llevó a su independencia, un hito clave también en el proceso de independencia del país.
Desde entonces, año tras año, 'La Heroica’ celebra como mejor lo sabe hacer, al ritmo de tambor y danzas que recuerdan la tradición folclórica de la ciudad.
Por ello, conmemoramos esta fecha a través del arte, con un poema que, por ley, todo cartagenero recitó una vez:“A mi ciudad nativa”.
Noble rincón de mis abuelos:
nada como evocar, cruzando callejuelas,
los tiempos de la cruz y la espada,
del ahumado candil y las pajuelas...
— A mi ciudad nativa de Luis Carlos López.
Cartagena y quienes la residen siempre han tenido un modo particular de mirarse hacia dentro. A ratos se viste de ‘Heroica’; en otras ocasiones, reconocen sus males. Quizás por eso Luis Carlos López, como solo un poeta lo sabía hacer en su época, la comparó con unos “Zapatos Viejos”. No por desprecio, sino por afecto. Ese cariño que nace solo hacia aquello que nos acompaña a pesar de la adversidad.
Su poema, “A mi ciudad nativa”, es precisamente una metáfora de la relación de los cartageneros con su ciudad y, sobre todo, un recordatorio del papel que tuvo Cartagena en ese proceso de la independencia. Ahí, detrás de cada verso, está la memoria de un pueblo cuya resistencia firmó su libertad.
Cuando López escribe “Noble rincón de mis abuelos”, está resaltando una herencia colectiva, puntualmente de quienes vivieron en las callejuelas, como López menciona, en el marco de los enfrentamientos entre la corona española y la resistencia criolla.
Pues ya pasó, ciudad amurallada,
tu edad de folletín... Las carabelas
se fueron para siempre de tu rada...
¡Ya no viene el aceite en botijuelas!
— A mi ciudad nativa de Luis Carlos López.
El poeta también hace referencia a un tiempo donde las carabelas, no llegaban con mercancías ni imposiciones. Y es ahí, en ese recuerdo de puerto y resistencia, donde el poema se ancla a la independencia.
Porque si Cartagena se parece a unos zapatos viejos, es porque ha caminado demasiado: caminó guerras, caminó contra la corriente, caminó hambre y todas las dificultades posibles de la época.
Dicho camino llevó a la decisión de levantarse contra la corona en 1811, cuando declaró su independencia absoluta y se lanzó a la historia sin saber qué venía en el futuro. Este acto de resiliencia y rebeldía aún vive en el espíritu de su gente 214 años después y López siempre lo supo, por eso en su poema conviven el orgullo y la crítica.
Fuiste heroica en los años coloniales,
cuando tus hijos, águilas caudales,
no eran una caterva de vencejos.
— A mi ciudad nativa de Luis Carlos López.
Ahí está la esencia para entender el vínculo del poema con la independencia: López no describe solo una ciudad física, sino un espíritu. Sin embargo, el final del poema es un acto de amor.
Mas hoy, plena de rancio desaliño,
bien puedes inspirar ese cariño
que uno le tiene a sus zapatos viejos...
— A mi ciudad nativa de Luis Carlos López.
Cuando dice que Cartagena inspira el cariño que se le tiene a unos zapatos viejos, no la rebaja, la humaniza, porque los zapatos viejos son los que han recorrido nuestra historia completa; los que, aunque gastados, siguen siendo nuestra medida del mundo. Son los que no tiramos porque nos recuerdan quiénes fuimos y quiénes seguimos siendo.
Así es Cartagena: la ciudad que caminó la independencia con un coraje que casi la mata, la misma que hoy sigue avanzando entre contrastes, desigualdades y un brillo que nunca termina de perderse. Los zapatos viejos del poema son su metáfora más certera; no son desdén, son pertenencia.
Y tal vez esa sea la enseñanza para los cartageneros de hoy y para quienes estudian la historia: que la independencia no es un episodio congelado, sino un trayecto. Un recorrido que hoy, aún continúa, y que nos obliga a mirar la ciudad como López: con lucidez crítica, con humor ácido, pero, sobre todo, con ese cariño que solo se siente por quien ha caminado con nosotros a lo largo de los siglos.