El celular se ha convertido en una extensión de la vida diaria. A través de una app de mensajería se coordinan reuniones, se comparten documentos, se reciben claves bancarias y se mantiene contacto con familiares y amigos. Esa cercanía, sin embargo, también ha sido aprovechada por los ciberdelincuentes, que encuentran en la confianza del usuario una oportunidad para acceder a su información personal.
En los últimos meses, los fraudes digitales asociados a WhatsApp y a llamadas telefónicas han aumentado. No se trata de ataques complejos ni de sistemas sofisticados, sino de engaños sencillos que apelan a la rutina y al descuido. Una conversación corta, una llamada inesperada o un mensaje aparentemente inofensivo pueden convertirse en el inicio de un problema mayor.
Las autoridades en seguridad digital advierten que estos engaños buscan que la persona actúe sin pensar. La presión, el tono urgente o la apariencia de una solicitud legítima son claves para que la víctima entregue datos sensibles. En muchos casos, el daño no se detecta de inmediato, sino cuando ya hay movimientos extraños en cuentas bancarias o cuando se pierde el acceso a la app de mensajería.
WhatsApp y el riesgo de las respuestas automáticas
WhatsApp es una de las aplicaciones más usadas en Colombia y en el mundo. Su facilidad de uso y su rapidez la convierten en una herramienta esencial, pero también en un blanco frecuente de estafas. Los delincuentes saben que muchas personas responden llamadas o mensajes de forma automática, sin verificar quién está al otro lado.
Aquí aparece la primera palabra de riesgo: “sí”. Aunque parezca inofensiva, responder “sí” en una llamada inesperada puede ser grabado y usado como una supuesta autorización para trámites, servicios o movimientos financieros. Esta práctica, conocida como vishing, se basa en el fraude por voz y en la manipulación de la respuesta del usuario.
El código de verificación: una llave que no debe compartirse
La segunda palabra o concepto crítico es “código”. Cuando WhatsApp se instala en un nuevo dispositivo, envía un código de verificación por mensaje de texto. Ese número confirma que el dueño del celular es quien intenta activar la cuenta. Compartirlo, incluso con alguien que dice ser soporte técnico o un conocido, equivale a entregar las llaves de la cuenta.
Una vez el atacante obtiene ese código, puede tomar el control de la app de mensajería, acceder a contactos, leer conversaciones y escribir en nombre de la víctima. Desde allí, el fraude se expande, porque los contactos suelen confiar en los mensajes que reciben.
La tercera palabra que completa el engaño
A estas prácticas se suma una tercera palabra que los expertos recomiendan evitar: "confirmar". Muchas estafas se construyen alrededor de solicitudes para 'confirmar datos', 'confirmar identidad' o 'confirmar un proceso'. Esa confirmación suele implicar entregar información personal, aceptar condiciones falsas o seguir instrucciones que comprometen la seguridad digital.
¿Cómo detectar un intento de fraude digital?
Las señales de alerta suelen repetirse: llamadas inesperadas, mensajes con tono urgente, solicitudes de datos personales o insistencia para responder rápido. En el contexto de WhatsApp, cualquier petición de códigos, enlaces extraños o confirmaciones debe generar desconfianza.
Ante una situación así, la recomendación es cortar la comunicación y verificar por canales oficiales. Ninguna entidad seria solicita claves, códigos o autorizaciones por llamadas o mensajes improvisados.
¿Qué hacer si una cuenta fue comprometida?
Si una persona pierde el acceso a su app de mensajería o detecta movimientos bancarios extraños, la reacción rápida es clave. Contactar a la entidad financiera, seguir los pasos de recuperación de WhatsApp y cambiar contraseñas ayuda a limitar el impacto. También es importante informar a los contactos para evitar que caigan en nuevos engaños.
Seguridad digital: ventajas y cuidados necesarios
Usar apps de mensajería tiene grandes ventajas: comunicación inmediata, acceso a información y facilidad para la vida diaria. Sin embargo, esas ventajas exigen mayor cuidado. Evitar responder “sí” a desconocidos, no compartir códigos y desconfiar de solicitudes para confirmar datos son acciones simples que protegen la información personal.
La seguridad digital no depende solo de la tecnología, sino de las decisiones cotidianas del usuario. Un segundo de precaución puede evitar pérdidas económicas, robo de identidad y problemas difíciles de revertir.