Un proyecto científico adelantado por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) y la Universidad John Moore de Liverpool, avanza en el esclarecimiento de un misterio arqueológico que podría transformar el entendimiento sobre las poblaciones que habitaron la Cordillera Oriental.
La investigación se centra en un conjunto inusual de veinte cráneos con máscaras mortuorias, hallados en cuevas funerarias durante la década de 1990, y cuyo origen cultural sigue sin conocerse.
Investigador del proyecto
En 2021 el arqueólogo colombiano Felipe Cárdenas Arroyo, reunió a un equipo interdisciplinario para emprender un análisis exhaustivo que incluye estudios de ADN, arqueobotánica, datación por radiocarbono y escanografías computarizadas.
“Esto es básicamente lo que estamos viendo acá. Estos no son los cráneos originales, lo que tenemos aquí es una reproducción impresa por estos sistemas nuevos de impresión con resinas que fueron hechas en un laboratorio de antropología forense en Liverpool, en Inglaterra”, dijo Cárdenas.
Colecciones del Instituto de Arqueología
Los restos, incorporados a las colecciones del ICANH en 1993 tras ser extraídos sin registro por guaqueros, presentan características excepcionales: semillas incrustadas para ornamentar los ojos, cordones alrededor de la mandíbula y fragmentos de tusa de maíz colocados entre el hueso occipital y la mandíbula.
“Entonces, sabemos que es una población. Queremos saber quiénes eran, no sabemos quiénes eran, porque son muy particulares. Entonces, hemos hecho un estudio bastante grande que abarca diferentes campos de la ciencia, entre ellos la paleogenética. Entonces, tenemos un grupo que está trabajando con el análisis genético de los materiales de estos cráneos”, dijo.
Este tipo de máscaras adheridas al rostro es extremadamente raro; en Suramérica solo se han documentado en Colombia y el norte de Chile, y en el mundo existen registros aislados en Melanesia, Europa Oriental, Norteamérica y Medio Oriente.
Personas identificadas
Gracias a estos procedimientos se logró un primer perfil de cuatro individuos: dos hombres adultos, un niño y una mujer mayor, quienes vivieron entre los años 1216 y 1797 d. C. Las muestras también han permitido obtener datos sobre su dieta, al parecer basada principalmente en plantas.
El estudio de las semillas y materiales vegetales adheridos a las máscaras ha aportado claves sobre las especies usadas como ornamento y sobre prácticas de domesticación del maíz, mientras que instituciones como la Universidad Nacional y el Museo Metropolitano de Nueva York han contribuido con análisis ambientales y de resinas respectivamente.
Uno de los avances más llamativos proviene del Face Lab de la Universidad John Moore, que aplicó tomografías y reconstrucción digital para reproducir el aspecto de los cráneos y fabricar modelos en 3D, permitiendo separar virtualmente las máscaras sin intervenir físicamente los restos. Estas piezas harán parte de una exposición temporal en el ICANH.