Un verdadero drama viven las familias con pacientes trasplantados por la falta de medicamentos que permitan seguir sus tratamientos con la esperanza de tener una mejor calidad de vida.
Crisis por falta de medicamentos en pacientes trasplantados
Ana María Cuchimba es madre de un niño de tres años que recibió un trasplante de riñón. Viven en una vereda, a dos horas del casco urbano del municipio de La Plata en el Huila, donde permanece en medio de la incertidumbre para intentar obtener los medicamentos que mantienen vivo a su hijo después de nacer con los órganos dañados.
El caso de Ana María es la historia de cientos de familias colombianas que enfrentan una barrera inhumana: medicamentos esenciales que sí están ordenados, sí están autorizados, pero no se entregan.
“Mi hijo necesita cuatro pastillas de tacrolimus en la mañana y cuatro en la tarde. Pero como no me lo entregan, he tenido que reducirle la dosis… no sé qué va a pasar el 17 de diciembre cuando le hagan exámenes”, dice con una voz que mezcla cansancio, desesperación y miedo.
Ana María explicó que cada visita al pueblo donde la Nueva EPS y el dispensario de medicamentos es una tortura, por el tiempo que tiene que esperar en largas filas solo para escuchar lo mismo: “No hay. Está agotado. Venga mañana. Venga el viernes y al final pasa el tiempo y no me entregan los medicamentos.”
Lleva meses así. Le deben medicamentos desde septiembre y octubre, y aunque ya tiene la orden de noviembre, tampoco se los entregan.
¿Cómo sobreviven las familias ante la falta de entrega de medicamentos?
La situación es tan grave que su mayor preocupación es que pueda perder el riñón que ella misma le donó.
“Mi mayor preocupación es que el niño pueda perder el riñón, porque no le pueda dar los medicamentos como lo ordena el médico”.
Para llegar a las citas en Bogotá, a nueve horas de camino, e intentar comprar los medicamentos, Ana María y su familia han tenido que recurrir a lo que esté a su alcance.
“Tengo pollitos de engorde para criarlos y venderlos, porque como vivo en el campo la situación económica es difícil especialmente para la compra de los medicamentos de mi hijo”, señaló.
Afirmó que además hace empanadas, papas rellenas, colada de achira muy conocida en el Huila, y chorizos que saca para vender los domingos, pensando en tener el dinero para la compra de los medicamentos de su hijo.
“Cuando la gente baja a la cancha a jugar fútbol en el pueblo, la comunidad nos compra y nos ayuda, además también hacemos rifas y todo lo que podemos porque nos toca así, para mantener al niño y garantizar que él pueda tener sus citas médicas y su tratamiento así sea a medias”, dijo al confesar que ha tenido que reducir la dosis.
“En una ocasión, vecinas y familiares se reunieron para preparar 200 tamales y venderlos en la vereda. Esa fue la única forma de reunir dinero para comprar el valganciclovir, un medicamento que la EPS tampoco entregaba y cuyo precio superaba los 300.000 pesos… cuando aparece”, sostuvo.
Dijo entre lágrimas que su angustia es mayor cuando lleva días dándole menos medicamento:
“¿Usted sabe lo que es decidir si le doy la dosis completa o si le reduzco para que alcance? Eso no es vida… A veces ni puedo dormir, ni comer”.
Aunque el niño sigue activo, recientemente le han aparecido placas en la boca, posiblemente por las defensas bajas.
“Gracias a un grupo de pacientes trasplantados y una fundación, un hombre nos donó 40 tabletas de tacrolimus. Le alcanzan solo para dos semanas… La EPS no me entrega los medicamentos. Estos días fui nuevamente a la farmacia y me dijeron que el medicamento llegó, pero que se lo dieron a otra señora”, relató.
Recalcó que la vida del niño depende de la próxima caja de medicamentos: “Yo temo que pierda el riñón. Mi hijo está vivo porque toma esas pastillas”.
De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Salud (INS), en lo corrido de 2024 se realizaron 1.358 trasplantes a partir de 388 donantes, mientras más de 4.300 pacientes siguen esperando un órgano.