La capital de Nariño ya vive el pulso del Carnaval de Negros y Blancos, una de las fiestas culturales más importantes de Colombia y Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Entre el 2 y el 7 de enero de 2026, Pasto espera recibir a más de 250 mil turistas, quienes llegarán atraídos por los desfiles, la música, los colores y el trabajo artesanal que marca el inicio del año en esta región del país.
El evento central será, como cada año, el Día de Blancos, también conocido como el Desfile Magno, una muestra artística en la que las carrozas se convierten en museos rodantes que recorren la senda del Carnaval.
Meses de trabajo para pocas horas de desfile
Cada una de las carrozas que participan en el desfile requiere entre tres y cinco meses de trabajo constante, aunque la idea nace mucho antes. Los artesanos coinciden en que la inspiración surge, en muchos casos, en el mismo desfile del 6 de enero del año anterior.
“La obra siguiente empieza a tomar forma apenas termina el desfile. Uno ya va pensando en lo que viene”, explica a La FM el maestro Leonardo Ramos, quien participa en el Carnaval desde 2011 y conoce de cerca la exigencia del proceso.
Para los artistas, el esfuerzo se resume en una paradoja: meses de trabajo para una exposición que dura apenas cinco o seis horas, frente a miles de espectadores que colman la senda.
De la idea a la acreditación
El proceso inicia con la construcción del concepto. Cada figura, cada color y cada movimiento se define antes de iniciar la elaboración física de la carroza. Luego, los artesanos deben presentar su propuesta ante Corpocarnaval, entidad encargada de autorizar quiénes pueden desfilar.
El maestro Michael Paz explica que no todos los proyectos llegan a la senda. Este año, de 21 motivos presentados, solo 12 obtuvieron acreditación, lo que eleva el nivel artístico y técnico del desfile.
Técnicas que evolucionaron con el tiempo
Con el paso de los años, las técnicas artesanales también cambiaron. En el pasado, la base principal era el engrudo. Hoy, el icopor se convirtió en el material predominante para el modelado de las figuras.
Las capas de icopor se apilan, se cortan y se moldean hasta lograr la forma deseada. Luego, las piezas se recubren con el llamado papel de azúcar, un material resistente que permite aplicar la pintura. El color se trabaja primero con brocha y pincel y luego con aerografía, lo que da volumen y contraste a las figuras.
El reto de transportar las megaobras
Una vez terminadas, las carrozas enfrentan otro desafío: el traslado. Para este proceso se alquilan camiones que deben ser adaptados de forma especial. En algunos casos, se retiran puertas o partes de la carrocería para permitir el montaje de las figuras y de los artistas que participan en escena.
La noche del 5 de enero, los artesanos salen desde sus talleres hacia el punto de concentración del desfile. El trayecto puede tardar varias horas y cuenta con apoyo de las autoridades, quienes controlan el tráfico, el cableado eléctrico y el paso por calles estrechas.
Diciembre lejos de casa
Para los artesanos, el Carnaval también implica sacrificios familiares. Las fechas tradicionales de Navidad y fin de año transcurren en los talleres, entre colores y estructuras.
“El 24, el 25 y el 31 pasan en el taller. Uno se acostumbra a que las fiestas no existen”, cuenta Leonardo Ramos. En Nariño, el calendario parece extenderse más allá del 31 de diciembre, como si el año solo concluyera después del Carnaval.
Una invitación abierta al mundo
El esfuerzo se ve recompensado el día del desfile, cuando propios y visitantes comparten la senda sin distinciones. Pasto se prepara para recibir al país y al mundo con una ciudad hospitalaria, una capacidad hotelera cercana al límite y hogares que se abren para alojar a los turistas.
El Carnaval de Negros y Blancos no es solo una fiesta: es una forma de vida que se construye durante todo el año y que se vive, al menos una vez, como una experiencia inolvidable.