“No estamos viviendo, estamos sobreviviendo”: paciente trasplantado advierte que han tenido que pedir prestados medicamentos para su riñón

El paciente es médico veterinario, no ha logrado ejercer su profesión porque su medicamento se lo prohíbe: lo hace más vulnerable.
Llevaban dos meses sin micofenolato, el inmunosupresor que evita que el cuerpo rechace el órgano. Crédito: Freepik

La señora Miriam Rubio, una ingeniera ambiental de Bucaramanga, pasa los días enteros tocando puertas, llorando y exigiendo lo que debería ser un derecho: los medicamentos que mantienen con vida a su esposo, un paciente trasplantado de riñón.

¿Qué ocurre con el acceso a medicamentos para trasplantados?

Llevaban dos meses sin micofenolato, el inmunosupresor que evita que el cuerpo rechace el órgano. Dos meses de incertidumbre, agotamiento emocional y miedo.

No estamos viviendo, estamos sobreviviendo”, dice Miriam con la voz entrecortada.

“Sin ese medicamento el riñón se puede perder. Mi esposo ya estuvo 21 días en UCI por esa misma razón”, dijo.

La familia ha tenido que recurrir a redes informales entre pacientes trasplantados: prestarse medicamentos, donarlos cuando sobra alguno, buscar alternativas desesperadas.

Consecuencias para la vida laboral y emocional

A veces toca comprar el medicamento, dejando de pagar gastos esenciales del hogar.

“Nos toca escoger entre comer o comprar lo que lo mantiene vivo. Y no debería ser así.”

La situación ha sido tan grave que ambos tuvieron que dejar de trabajar en sus áreas profesionales.

El paciente es médico veterinario, no ha logrado ejercer su profesión porque su medicamento lo hace más vulnerable a infecciones.

Ella, ingeniera ambiental, no puede tener un empleo estable porque debe viajar constantemente a Bucaramanga, pasar hasta cuatro o cinco horas a la semana en las farmacias, insistir en citas y autorizaciones como cuidadora de su esposo, quien no podría realizar directamente estos trámites en la EPS.

“Pensamos que la calidad de vida iba a mejorar después del trasplante. Pero es mentira. Dejamos nuestras profesiones para cuidar el riñón. No hay vida, solo angustia.”

Miriam asegura que el país no tiene un protocolo claro para pacientes trasplantados.

“Y el estrés es tan fuerte que afecta la salud emocional y física de ambos. No solo nos enferma la falta de medicamento. También el estrés que genera rogarle a la EPS. Yo ya tengo tensión alta, riesgo cardiovascular, todo por la angustia”, sostuvo.

Dijo que los médicos han sido claros: si los medicamentos faltan, el riñón está en riesgo inminente.

“Vivimos en alerta permanente. Cada día es preguntarnos si mañana habrá medicamento. Si no lo hay, el riñón se puede perder. Usted se imagina vivir así? Uno rogando por algo que significa vida o muerte”, sostuvo.

De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Salud (INS), en lo corrido de 2024 se realizaron 1.358 trasplantes a partir de 388 donantes, lo que equivale a una tasa de 7,4 donantes por millón de habitantes. Más de 4.300 pacientes siguen esperando un órgano.