El psiquiatra y psicoanalista Ariel Alarcón recordó en entrevista con Noticias de La FM Fin de Semana los hechos de la noche del 13 de noviembre de 1985, cuando una avalancha de lodo causada por la erupción del volcán Nevado del Ruiz destruyó el municipio de Armero. Alarcón, entonces médico rural del hospital mental de la población, relató cómo permaneció dos días atrapado bajo los escombros antes de ser rescatado.
¿Cómo vivió el doctor Ariel Alarcón la noche de la avalancha en Armero?
El médico explicó que aquel día el ambiente era de incertidumbre por la caída constante de cenizas. “Caía ceniza, ceniza, ceniza, que luego se fue convirtiendo en una arenisca”, dijo. Señaló que tanto el personal del hospital como los habitantes del pueblo esperaban una inundación y no una avalancha de lodo. “Nunca nos imaginábamos que iba a venir una avalancha de lodos, como finalmente ocurrió”.
Alarcón relató que hacia las 10:30 de la noche se cortó la energía eléctrica y el hospital quedó a oscuras. “Muchas personas estaban saliendo del pueblo, corriendo, evacuando, entonces dijimos: Dios mío, se va a venir la inundación”, recordó. En ese momento comenzaron a ejecutar el plan de evacuación de los pacientes, que consistía en subirlos al techo del hospital. Sin embargo, poco después el terreno comenzó a temblar y se produjo el derrumbe. “El hospital se derrumbó completamente y quedé atrapado bajo las tejas y los ladrillos”, explicó.
Según su testimonio, una masa de lodo lo arrastró y lo dejó enterrado hasta los hombros. “Fue una fuerza que me tomó por abajo. Por fortuna no fue la ola, no me tapó, sino que me cogió como de abajo para arriba y quedé atrapado hasta los ojos”. En medio del colapso, logró mantenerse con vida junto con cinco compañeros más y algunos pacientes que habían alcanzado a subir al techo del hospital.
¿Qué ocurrió durante las horas posteriores al desastre?
Alarcón señaló que la noche transcurrió entre los gritos de las personas que pedían ayuda desde los techos y los esfuerzos de quienes habían quedado ilesos por liberar a los atrapados. “Nos ayudaron a quitar los escombros, los ladrillos, las vigas”, relató. Con el amanecer, escucharon una avioneta sobrevolar la zona y más tarde los primeros helicópteros de rescate. “Evacuaron a los compañeros que estaban en el techo del hospital. Los cinco que estábamos enterrados quedamos en la más profunda soledad, dijimos: ya nos vamos a morir y nadie nos va a rescatar”.
El psiquiatra explicó que en esos momentos muchos sobrevivientes pensaron que se aproximaba el fuego del volcán. “Pensábamos que iba a venir una avalancha de magma y que íbamos a morir calcinados”, dijo. Sin embargo, la masa que los cubría era fría. “El lodo que me sepultó era una masa de tierra con agua fría. Otras personas describen que era tibio, porque al parecer hubo varias oleadas”.
La densidad del lodo hizo difícil el rescate y el movimiento. “Era una especie de heredad que se adhería al cuerpo. Después era muy difícil sacárselo de encima”, explicó. Esa consistencia, añadió, agravó las heridas que sufrió en la pierna, que finalmente debió ser amputada. “Sí, eso también agravó la situación de la pierna que a la postre perdí”.
¿Cómo ha enfrentado Ariel Alarcón las secuelas del trauma?
Cuatro décadas después, el médico reconoció que aún sufre las consecuencias emocionales de la tragedia. “Durante meses tuve pesadillas todas las noches. Cada noche soñaba con lo ocurrido en esas noches”, dijo. Contó que incluso años después, mientras vivía en Alemania, despertaba sobresaltado. “Me despertaba huyendo de un incendio, con mucho miedo”.
Actualmente, aseguró, esas experiencias son menos frecuentes. “Ahora tengo dos o tres pesadillas al año. La última fue hace seis meses”, señaló. No obstante, advirtió que hablar del tema o encontrarse con otros sobrevivientes puede reactivar los recuerdos. “Eso es el problema de los traumas: hablar con una persona que pasó por una situación parecida reactiva un poco el recuerdo”.
En su libro “Amar el volcán”, el doctor Alarcón reúne su testimonio y reflexiones sobre la tragedia de Armero, el trauma y la resiliencia. “Después vine a entender qué me había pasado desde el punto de vista cognitivo y emocional”, concluyó.